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  • Writer's pictureLee Vincent

¿Cuándo nos dejaron de atraer los caballeros?

Saludos, queridos lectores:


Como cada martes en mi blog hoy vengo con un tema candente. No sé si estoy a punto de sumergirme en un mar profundo y peligroso, pero aquí vamos.


El tema de esta entrada surge de un post de Facebook publicado por la compañera escritora Mercedes Gallego, quien planteó “Demos ejemplo en la novela romántica del hombre respetuoso. Pongamos nuestro granito de arena”. Demás está decir que su exhortación ganó muchísimos comentarios positivos al respecto, incluyendo el mío.


Y es que hace un tiempo también me han preocupado ciertos personajes masculinos en lo que se denomina novela romántica, tanto que pienso que se está desvirtuando el género. Pareciera que ahora el prota de la novela tiene que ser déspota, mal hablado, gritón, histérico, alcohólico, drogadicto y rayar en lo sicópata para que atraiga a un puñado de lectoras que piensa, de forma errónea, que ese es el típico hombre. 
Obvio, cada cual puede escribir lo que le parezca y está bien, pero lo que no se puede permitir es que lo encajonen bajo novela romántica. Habrá que buscarle un nuevo género, tal vez violence and hard sex (leer en forma irónica). No lo sé, pero un sicópata como prota pega más con una novela policial o triler, no novela rosa. 

Es triste escuchar a ciertos escritores o lectores decir: “Es que a la novela romántica le hace falta tal o cual elemento”. La novela romántica tiene bastante bien definidos sus elementos. Es una historia que gira en torno a la lucha porque el amor sobreviva.



Cuando estaba escribiendo esta entrada releí la definición y no decía por ninguna parte historia en la que el prota de la novela rosa sea violento, se droga por placer (no como parte de un secreto pasado), es mujeriego y no cambia porque el amor no es suficiente para redimirlo, así que acabará siendo un bueno para nada o un sicópata.


Definiré si-có-pa-ta: “Persona que manifiesta desequilibrios mentales, en especial anomalías síquicas sin que comporte ninguna anormalidad intelectual”. Es una persona que enfrenta una patología y que a su vez es peligrosa porque pone en riesgo la vida de otros. Entonces, pareciera que algunos protas modernos son más sicópatas que caballeros.


Tengo protas con muchos problemas en mis historias. Un príncipe árabe dominante (justificado por su cultura, pero al final se relaja y entiende que la princesa que le tocó no va a soportar su extremo machismo. Se redimió). Tengo a un alcohólico, que incluso cometió un abuso contra la prota (personaje que me costó mucho escribir, pero el resultado valió la pena). Al final se redimió. Tengo un mujeriego empedernido que también el amor lo logró transformar y tengo a un vaquero violento (justificado por su época), pero que aún así es un caballero con la prota y con el resto de las mujeres en la historia. No se trata de no hablar de temas fuertes, se trata de enfoque.


Por ejemplo, se puede presentar una historia que empiece con un prota consumiendo drogas o asaltando un banco, incluso un preso, pero por favor al final ese amor que se presenta, esa lucha, debe redimirlo de forma positiva. Si no hay transformación ¿de qué sirvió?


Entonces, pienso que como escritores tenemos una enorme responsabilidad cuando escribimos porque lo que es ficción puede ser lo real para muchos que no tienen la capacidad de distinguir entre lo que pasa en una novela y el mundo real. No hablo de mujeres adultas y maduras, hablo de aquellas lectoras que están en su adolescencia. Sé que hoy en día tengo lectoras que por su corta edad pueden confundirse, que aún no tienen la capacidad emocional para distinguir entre una novela con un personaje masculino que raya en el maltrato y la manipulación, y el mundo real. Las niñas que leen nuestras historias posiblemente vayan tras el ideal de hombres que le presentamos (después no nos quejemos de la violencia de género).


Pasado este punto, los escritores que escribimos historias románticas no deberíamos perpetuar el machismo en los personajes protas de nuestras novelas. Tampoco es que ahora vamos a escribir sobre un caballero tipo el Amadis de Gaula. No, no señores, se trata de no fomentar al macho bruto y violento. Eso no. ¡Guacala!!!


El que sabe estructurar un personaje sabe que no deben ser ni buenos buenos ni malos tan malos. Así que un prota puede tener un secreto oscuro, pero no tiene por qué maltratar a la mujer, insultarla ni vejarla. Quizás con la edad que tengo —vamos que estoy en mi cuarta década— ya no voy a experimentar con cosas que bajo mis prejuicios están mal, como lo es el maltrato a la mujer a menos que la historia sea redentora en su final y siempre poniendo las debidas advertencias al principio del manuscrito.


Me imagino que muchos están pensando que los escritores no debemos tener prejuicios y es cierto, pero los tenemos. Eso es intrínseco del ser humano. Que levante la mano quien no los tiene para felicitarlo.


Por lo tanto, pienso que nos corresponde a esa cepa de escritores románticos, que nos conocemos el género de arriba abajo, una vez más sacar la cara y rescatar a los caballeros. Claro, como dije antes, un poco de descaro no mata al galán, pero la violencia jamás debe ser parte de nuestro prota dentro de la novela rosa. Tampoco deberíamos fomentar protagonistas femeninas en busca de príncipes azules que las rescaten. Las mujeres son suficientemente fuertes y capaces. ¿Cuándo lo acabaremos de entender?


Ya es más que evidente que los príncipes azules no existen, sino que existen hombres de carne hueso, con sus dilemas, sus luchas, sus carencias y su forma de amar. No son perfectos y nuestros protas tampoco deberían serlo, sin embargo, no deberíamos presentar un acto violento como algo normal. Debemos dejar un legado de amor bonito, del bueno, del que logra transformar, enmarcado en un amor real, pero sin darle vítores al amor irracional y violento.


Por mi parte, como hasta este momento, construiré personajes reales, con valores firmes, con hombres un chin chin descarados y sexys, NO PERFECTOS, pero con el poder de ser transformados por el amor. De eso se trata la romántica, lo que se salga de este marco referencial pertenece a otro género.


¡Hasta la próxima!

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